lunes, 27 de diciembre de 2010

Desahogándome (22)

Llegó la noche y no encontré un asilo;
y tuve sed ... ¡mis lágrimas bebí!
¡Y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
cerré para morir!

¿Estaba en un desierto? Aunque a mi oído
de las turbas llegaba el ronco hervir,
yo era huérfano y pobre... El mundo estaba
desierto... ¡para mí!

Gustavo Adolfo Bécquer

ya no existe la flor que adoraba, sus pétalos ya no brillan bajo el rocío, sus sonidos se han callado , su perfume se ha desvanecido, no espera, todo esto ha cambiado para mí, ya sólo me quedan sus espinas que desgarran lo poco que me queda de corazón.

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